2ndo día de Mundial: el de mi 1er asalto…
Pues dicen que Rio es peligroso, pero lo dicen sobre todo los mismos brasileños, yo he leído muchos comentarios de viajeros que dicen que les va muy bien…
Eso decíamos 5 minutos antes del evento.
– Bueno será igual que los defeños, que vamos muertos de susto por nuestra ciudad y a los turistas no les pasa nada de nada…- digo yo.
Acababa de llover y se agradecía el tiempo fresquito mientras caminábamos. Hacíamos el recorrido a pie sugerido por la Lonely por el centro de Rio.
– Ya terminamos, ¿qué quieres hacer?- me pregunta Mat
– Pues caminemos hasta casa… al menos lo más que podamos antes de morir de hambre. Total ya son las 3:30 pm.
Y así hicimos.
Esta mañana…
Abro el enésimo mail de César. Me dice que su contacto no tiene watsapp y que necesitamos llamarlo para acordar la fecha y la hora.
Le contesto que intentaremos de nuevo pero que no logramos conectar la llamada por Skype, falta algún código para llamar a celular que no conocemos.
Finalmente me propone marcar «21» luego de la clave de Brasil. Quedo en interntarlo e informarle del acuerdo con su contacto.
Funciona y la llamada entra.
Acordamos el lugar y la hora para venderles los boletos que nos sobraron para el partido Colombia – Costa de Marfil.
Es un partido en Brasilia al que es imposible llegar. Decidimos venderlos por lo que los compramos, a algún colombiano haremos muy feliz.
¡Qué buena suerte! pienso, que César tenga un conocido en Rio que pueda darnos el dinero y llevarse los boletos sin tener que enviárselos hasta Colombia.
…Buena suerte…
Eran las 4 pm…
Y seguíamos caminando con destino a casa. Desde el centro de Rio hasta Copacabana hay varios barrios y en ese momento entrábamos en el de Flamengo.
Caminábamos por una gran gran gran avenida, que aunque no tenía muchos peatones había muchos coches. Y era pleno día.
Rodeamos una gran glorieta que rodea un parque.
«Qué bonito barrio!» le digo a Mat. «Tantos árboles y las avenidas tan grandes.»
Y entonces lo veo.
Veo que se acerca un morenazo gigantezco, un muchacho negro de esos que podría jugar futbol americano.
Gigantezco.
Negrísimo nos hace un signo de stop con la mano, la mano a nivel de su pecho.
«Oh Oh… este wey quiere algo» pienso.
Lo veo de arriba a abajo y la veo. Tiene una navaja en la otra mano. Una de esas chiquitas de las que vienen en tu navaja suiza multiusos.
Puede ser chiquita pero es una navaja.
«Esto no nos puede estar pasando» pienso.
Volteo inmediatamente a ver nuestras opciones de escape. Atrás de nosotros ya hay otro tipo uno de ascendencia asiática con el pelo larguísimo y shorts hawaianos.
Y detrás del negrísimo hay otro.
Y la navaja.
Han pasado .000003 segundos y negrísisimo le toca suavemente el hombro a Mat, de frente le dice «dame tu mochila».
Mat, que supongo tiene reflejos antiasalto menos rápidos, debido a su nacionalidad francesa, él aún no se enteraba del todo y quietecito (luego me dijo que él nunca vió la navaja), le contesta: «¿Qué?»
– Tu mochila. Tranquilo, solo dame tu mochila.- Dice negrísimo mientras da un paso adelante y hace ademán como de seguir caminando.
Lo dice en una voz muy suave y relajada. No estrés y cero nervio. Y da un paso adelante, se pone en posición vigía pa que no venga nadie.
Volteo a ver a Mat, y se quita una correa del hombro.
«Les va a dar la mochila» pienso.
Sólo queda frente a nosotros el tercero en cuestión, un pequeño con pinta más de árabe, que espera la entrega.
Ese instante…
Cuando veo pasar la mochila frente a mi, y antes de que Mat la entregara, sin pensarlo, la agarro yo.
La sostengo muy fuerte y le digo al pequeño:
«Sólo dejame sacar mis cosas…»
Una petición sumamente estúpida, pero en el momento uno no piensa un discurso adecuado.
Me niega con la cabeza y la agarra por una correa.
Y yo la sostengo más fuerte.
Y le busco los ojos y le vuelvo a decir con tono calmado pero fuerte, «Por favor, mis cosas, por favor…»
Pequeño me retira la mirada y levanta la vista. Chino hawaiano y negrísimo ya están 3 pasos adelante, la operación ya ha durado mucho, hace 3 segundos que debió de traer la mochila. El verde está a punto de ponerse, y habrá muchos coches que pasen delante (eso pensé luego).
… Les pregunta con la mirada si debe insistir.
Yo sé que no debo dejarla, así que me aferro más, si hubiera querido quitármela bastaba un buen jalón y empujarme y era suya… Pero no lo hizo y yo no la solté.
Peleamos en postura por ella.
Negrísimo le dice con la cabeza que «no».
Y la deja ir.
Y seguimos caminando, cada uno por su lado, nosotros sin voltear la vista, sin mirar atrás.
…Caminando con el corazón bomeando adrenalina que nubla la cordura.
«Es mi primer asalto» le digo a Mat.
«El mío también»…
«Sigamos caminando, ahora por donde haya más gente… mira eso aprendimos, que aquí sólo podemos estar donde haya mucha mucha gente»
No hay ni un policía a la vista.
Esta tarde…
Seguimos caminando un poco más, luego tomamos el metro.
«No debo desconfiar. La gente en su gran mayoría pretende el bien.» Me recuerdo…
Llegamos a casa.
«Qué bueno que salvaste la mochila, yo sólo pensaba en que no podíamos perder la cámara.» Me dice Mat.
«Pues yo sólo pensaba que no podíamos perder los boletos de Colombia»
«¿Los tenías en la mochila?»
«Si, no sabía que la entrega al final la acordaríamos para mañana, los metí y olvide sacarlos».
«¿Y porqué en los boletos y no en la cámara?»
Recordé ese instante...
No puedo dejar que se la lleven. Pensaba. Dejé los boletos de Colombia dentro.
Abrí mi mail, tenía la respuesta de César donde le cuento que ya tenemos una cita con su contacto mañana para darles los boletos.
Abro el mail de César que me dice:
Perfecto, no te imaginas la alegria q me da. Muchas gracias!
«Por esto…» y se lo muestro a Mat.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.